Las camareras de pisos que nunca fueron a un hotel

Tengo la suerte de haber transitado siempre en mi vida laboral paralelamente a  mis intereses personales y profesionales. Lo cual implica un gran esfuerzo previo y contínuo que, por lo menos en mi caso, se ve ampliamente recompensado porque me hace feliz trabajar activamente en la transformación de la sociedad y hacerlo desde la intervención directa. Cuando eres orientador laboral con personas especialmente vulnerables esa orientación pasa a ser más «sociolaboral» que «laboral» a secas. El empleo siempre se considera punta de lanza de un proceso de desarrollo personal y social  pleno e integral, pero en el caso de las personas excluidas todavía es más importante esa reflexión, y una parte importantísima de nuestro trabajo de diagnosis e intervención gravita en torno al eje social.

¿He oído imposible?. Muy difícil pero… no imposible, nunca imposible

Es muy difícil que una persona sin formación académica y profesional, sin experiencia laboral demostrable y perteneciente a un colectivo estigmatizado encuentre y mantenga un empleo.  Pero si a eso le añadimos una situación de pobreza que implica que no se accede a niveles medios de interacción social, haber estado sin electricidad ni agua corriente en tu «casa», ser mujer en un entorno hostil a tus derechos, la situación se torna…. ¿He oído imposible?. Muy difícil pero… no imposible, nunca imposible. Es evidente que pierdes la idea de la inserción laboral a corto plazo en estos perfiles, en estas coyunturas personales, por lo que vamos a priorizar y  partir desde la cobertura de las necesidades más vitales e inmediatas antes de pasar a la fase búsqueda de empleo. Es tremendamente complicado que superes un proceso de selección de personal con un trauma personal/familiar, sin higiene personal y sin tener asegurada la manutención. Este proceso puede llevar años hasta que algunas de las personas participantes en nuestros programas de empleo alcanzan la empleabilidad necesaria para sacar brillo a su currículo vital con la adquisición, consolidación o recordatorio de las competencias necesarias para intentar no fracasar en el mundo del empleo.

«no se trata solo de que tengan trabajo, sino de que recuperen su ciudadanía«

En este proceso de acompañamiento en el itinerario vital de una persona, el orientador o la orientadora sociolaboral ha de cumplir una serie de funciones de capital importancia, que van mucho más allá de conseguir una inserción laboral. Y en muchos trechos de este camino el técnico de base, el de la intervención directa, se queda solo. No es un reproche, es ley de vida que cuando nos alejamos un poquito de la arena del circo adquirimos la perspectiva necesaria para gobernar pero se nos olvidan algunas de las tercas y tozudas realidades del día a día. Desde las entidades del tercer sector nos vemos en ocasiones maniatados por la burocracia (necesaria pero en ocasiones paralizante) y por la consecución de objetivos cuantitativos (necesarios pero en ocasiones tiranos y superficiales) exigidos de buena fe por nuestros financiadores y por nuestra propia y voraz dinámica de trabajo. Y aquí aparece esa tercera función de las y los orientadores que complementa la intervención social y la mejora de la empleabilidad del participante: recordamos a las entidades de primera mano las necesidades de las personas para las que trabajamos y trasladamos a la sociedad nuestra impresión acerca de la realidad de los más desfavorecidos. Comparto de pleno a Luis Maria López-Aranguren, director de programas sociales de la Fundación Tomillo, cuando dice que en la intervención con personas más vulnerables «no se trata solo de que tengan trabajo, sino de que recuperen su ciudadanía» y que «la innovación social consiste en que el necesitado, el excluido, recupere su dignidad social y su proyecto personal». Y para esto, en muchísimas ocasiones hemos de realizar intervenciones para las que no nos pagan, no financiadas, no orientadas a resultados… inmediatos claro. Porque el éxito a largo plazo depende de ese acompañamiento, de esas fotocopias que haces, de rellenar papeles que no tienen nada que ver con la orientación laboral, de esa escucha activa de sus problemas, sus rechazos, su angustia, cuando estás cansado y tú mismo estás a punto de decir «lo siento, no puedo atenderte, no puedo ayudarte».

El otro día estaba en una sesión de orientación con una participante que trabaja de camarera de pisos en un hotel importante de Valladolid. Llevamos trabajando con ella, junto a ella desde hace más de 8 años y proviene de una realidad durísima, de una exclusión tremenda. De esas personas a las que el sistema da por amortizadas y que desde programas de empleo como  Acceder  tendemos una mano para que si quiere y tiene fuerzas lo intentemos, y  ha conseguido ser capaz de trabajar en un entorno de formalismos y hacerlo bien. Lleva ya tres años trabajando casi de manera continuada pero sigue sumida en la más absoluta pobreza, pero ella me decía el otro día lo feliz que la hacía relacionarse con otras personas, ponerse guapa para ir a trabajar, esforzarse y cobrar de su trabajo y no estar subsidiada. En definitiva estaba describiendo esa recuperación de su ciudadanía.

…mujer empleable, empoderada, que ha mejorado, que se hace a si misma y….que es pobre de solemnidad…

En la entrevista con ella estábamos mirando otros tipos de hoteles en internet porque igual cambia a otra empresa para mejorar el contrato y se me ocurrió preguntarle si ella había estado alguna vez alojada en un hotel, un hostal, una pensión…. Reconozco que por lo menos esperaba alguna escapada, el acompañamiento a un familiar enfermo en otra ciudad y alojarse en algún sitio. Me dijo que no, no solo eso, me dijo que nunca había salido de Valladolid, solo a Medina del Campo. Me preguntó por sensaciones de cuando eres cliente en un hotel, la otra cara de la moneda para ella. Entonces estuve tentado de decirle que si conseguíamos un contrato a jornada completa ahorrara y se fuera unos días con su pareja en un tren  a conocer una ciudad y a alojarse en algun hotelito majete y barato. Pero estuve minimamente avispado y me acordé de su nómina a media jornada, calculé cómo sería a jornada completa y las necesidades actuales de una pareja sin cobertura familiar y con deudas y…ufff, le propuse que se fuera a una ciudad de Castilla y Leon a pasar una noche con su pareja en un hostal y disfrutara del trayecto en bus o tren y del bocata en un parque viendo esas maravillas arquitectónicas. Me dijo «nada me haría más feliz» con cara de soñadora para volver a aterrizar en su realidad de mujer empleable, empoderada, que ha mejorado, que se hace a si misma y….que es pobre de solemnidad que no de espíritu.

Conté esta anécdota con un grupo de conocidos y dos de ellos no se podían creer que pudiera ser cierto, o que muchas de las personas con las que trabajamos busquen en los contenedores, me llamaron poco menos que radical. Qué bien se está en la ignorancia, aunque no les culpo porque yo mismo a veces me olvido de la crudeza, será un mecanismo de defensa porque un técnico tiene que trasmitir alegría, optimismo, tiene que cargar las pilas, sino no es válido y tiene que reinventarse. Pero necesitaba hacerles abrir los ojos, a esos que no acaban de creerse que no todo el mundo tiene red en este trapecio, que hay gente que cuando se cae o cuando le tiran  se estampa y hay otros que nacen estampados. Es cierto que es un caso duro de partida, trabajamos con gente más «viajada», pero la idea (deseo) inicial era que había estado apartada económicamente de muchas cosas por su exclusión socio-laboral, pero que al encontrar un trabajo saldría de esa situación. Porque de alguna manera en mi imaginario las cosas eran asi, un pais que crecía de épocas muy oscuras hacia adelante despacito y aunque con moderación total, un albañil podía pagarse vivir en una casa, un obrero podía comprarse un coche, un camarero podía ir a comer a un restaurante, y una camarera de pisos podía tener el sueño de ahorrar para irse un fin de semana con su pareja a un hotel.

 

 

 

9 comentarios en “Las camareras de pisos que nunca fueron a un hotel”

  1. Lo comparto Alberto!!!.
    Cada persona tiene su proceso, su momento … y no podemos lanzarles al fracaso profesional …. debemos acompañar, empoderar y saber identificar ese instante en que la persona esta capacitada para poder afrontar un proceso duro de BAE que, en muchas ocasiones, puede resultar mas complicado que el efectuar un desempeño profesional y, por supuesto, transmitir esta idea a los empleadores, la otra pieza angular de todo esto, que generalmente son pymes dirigidas por heroes que se juegan su patrimonio para crear puestos de trabajo.
    No comprendo que ha pasado, trabajamos con y para personas que aun insertadas en el mercado laboral a duras penas llegan a fin de mes … con todo lo que conlleva para su desarrollo personal, familiar y profesional y visitamos empleadores que estan con el agua al cuello porque en muchas ocasiones no se incapaces de sacar sus empresas a flote … En definitiva, me siento totalmente identificado … y espero que se valore, tanto cuantitativa como cualitativamente hablando, el esfuerzo que se realiza en estos programas de inclusión, que el nº de contratos no sea solo el indicador del exito … sino la evolución de las personas. Siempre sera mejor capacitar que pagar rentas mínimas.

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    1. A ver si es verdad que quien decide de verdad también opina que compensan más las políticas activas que subsidiar de por vida. Un abrazo

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  2. Comparto la reflexión que haces, Alberto y agradezco tu capacidad para permanecer atento a cuidar a las personas, tu alegría , tu capacidad para reinventarte. Mucho ánimo en la tarea, y a contemplar aquellas situaciones que nos permiten vivir con esperanza y nos animan a seguir en la tarea.

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    1. Es el trabajo verdad? no tiene que ser algo especial, lo raro sería no querer transformar, no analizar correctamente la realidad que observamos. Gracias por compartir el punto de vista

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  3. Qué bien que haya personas como tu re-humanizando la in-humanidad.
    Qué mal que en el siglo XXI, en un país «moderno» «democrático» «histórico»… sean excepcionales personas como tú.

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    1. Creo que muchísima más gente tiene esta sensibilidad o más pero a veces no somos conscientes de la realidad de las personas. Gracias

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  4. «lo feliz que la hacía relacionarse con otras personas, ponerse guapa para ir a trabajar, esforzarse y cobrar de su trabajo». Al hablar de algo tan sonoro como ‘empoderamiento’ hablamos de algo así de sencillo y hermoso. La imagen de esa mujer ante el espejo por la mañana, con un lápiz en las manos y una sonrisa en los labios, tiene un valor incalculable.

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